jueves, 27 de marzo de 2008

Pedí, que los tickets sobran...

by Gladys Azucena

Si no por el maldito exceso de pastillas que estaban viajando libres por mi organismo (y no me refiero a drogas, sino hubiese sido más divertido!) hubiese elegido mi combo preferido. El simple y querido Whooper. Sin lugar a dudas el más rico de los sambuches que estas casas de comida chatarra ofrece a pesar de las críticas de ciertos adeptos que alegan demasiada "ensalada" en los mismos...
La esquina de Cabildo y Olazabal, la gran entrada, los escalones, yo y Depeche Mode sonando en alguna de sus maravillosas melodías que se vio interrumpida por la sombra del tótem, los dos metros de persona que me invitaron a "hamburguesear".
"Hola chicos, les puedo tomar su pedido?" Dos hamburguesas con queso y una gaseosa, tuve que pedir, sin condimentos, por supuesto. Triste fue mirar al tótem ingerir su gran combo completo con papas y condimentos mientras yo me esforzaba por encontrar el más mínimo rastro de sabor en las insípidas hamburguesas mientras el tótem se regocijaba en sus burlas hacia mi debilidad estomacal.
"Querés papas?", insistía burlonamente para recibir como respuesta mi furiosa mirada que asustaba a los infantes que circulaban alegremente entre corridas y juegos por el lugar.
Una pequeña que pasaba por nuestra mesa, que por cierto era la más incomoda de todas y qué mejor venganza inesperada y anticipada a todas las frases cargadas de ironía respecto a mi debilidad, quedose perpleja, de pie frente a mi. La mirada fija, los ojos indangádome, cuestionándome, inspeccionándome. Oh Dios! esta vestida igual que yo! pensé. Es una mini yo! Es una mini yo! Le decía frenéticamente al tótem que poca atención prestaba en el momento con su mirada perdida en otra parte del local, seguramente buscando infructuosamente una mesa con sillas más cómodas que la nuestra.
Mi mini clon siguió su juego de corridas, de idas y venidas, y siempre que pasaba por la mesa su mirada se clavaba en mi, indagando, cuestionando, inspeccionando. El tótem, aun con la mirada perdida, buscando, rezongando, resignadote a mi hermosa venganza en forma de mesa con las sillas mas incomodas y que yo supe disfrutar gracias a mi facilidad de enroscarme.
Un grupo de jóvenes púberes con disfraces de yanquees (o quizá lo eran) entró en el salón para finalmente salir al balconcito que había únicamente para ocupar un espacio. Sin consumición alguna en sus manos, los borregos se apropiaron de una mesa para estar ahí, pasar el rato, hablar en ese dialecto de jóvenes que incluye miradas y gestos
donde los niños cortejan a las niñas demostrando ser los más "piolas" (perdón Cortázar!) y las pequeñas ninfas, con toda su ingenuidad aparentada y la inocencia que intentan perder a la fuerza, se galantean frente a los jóvenes mostrándose como las más lindas o las más calientes.
Así como entraron, se retiraron del lugar, sin consumición, con un orgullo a prueba de balas y pantalones mas grandes que su orgullo.
Probablemente para terminar en algún otro lugar similar y continuar su
exposición al público.
"Si no consumen no pueden ocupar una mesa", dije iracunda, mientras los observaba. El tótem me retó a decirles a los borregos lo que pensaba. Esquivando hábilmente los desafíos del tótem, obviamente no dije nada.
"Querés un postre?", propino maliciosamente el tótem para verme retorcer de ira en el asiento. Pero sólo fue un intento fallido de enfurecerme. Creo que lo golpee.
En fin, fueron dos horas de sillas incómodas que el precio de las hamburguesas no justifica, charlas de todo y de nada, niños clones de miradas penetrantes, proyectos de raperos pre-adolescentes y carteles con publicidades subliminales que hacen que las ganas de estar en estos lugares no sea más de media hora.

Nota: Todo parecido con la realidad, no es ninguna coincidencia!

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